Química (Parte 3) «La fiesta»


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Química 1º Parte

Química 2º parte

“Si buscabas el momento adecuado, ese era”

Fuimos casi los últimos en abandonar el teatro, así que cuando llegamos a la casa donde sería la fiesta, estaba casi a tope. La casa se encontraba a solo unas cuadras de  la sala, y a primera vista era bastante espaciosa y estaba rodeada de unos amplios jardines. Ya en el interior, en la sala, se había improvisado la que sería la pista de baile, y un moderno equipo de música emitía los atronadores acordes de la canción del momento en la penumbra de la habitación apenas iluminada. Sin embargo, ella, Angie, se dirigió directo a la cocina por lo que Nico y yo la seguimos. No conocíamos a casi nadie de los  presentes pero eso no nos importaba mucho, o al menos a mi no me importaba mientras Angie estuviera ahí. La cocina era pequeña pero acogedora, algo en ella hacía que estuviera siempre llena de gente que entraba, salía y volvía a entrar.

Empezaron a circular litros de alcohol, de todas las variedades y sabores. Yo elegí algo ligero puesto que no tenía ninguna intención de emborracharme y además el recuerdo de mi malestar matutino aun me acompañaba y concretamente no quería arruinarlo todo. Angie y Nico bebían de una manera casi que temeraria, y me sorprendió descubrir esa faceta de ella.

Si bien debía haber más de cincuenta personas en la casa, Angie se quedo en la cocina con nosotros y dos de sus amigas durante casi toda la noche. Nos reíamos, charlábamos y bebíamos.  Frecuentemente llegaba alguien más a la casa, y pasaba saludando a los presentes, se detenía un momento en donde estábamos, intercambiaba algunos elogios con Angie y proseguía su camino hacia el patio para saludar a los demás.

Promediando la una de la madrugada, llego una nueva oleada de gente, amigos de los protagonistas de la obra. Entre los que llegaron estaba Silvina. Nos habíamos conocido hacía ya tiempo por intermedio de Angie. Silvina estudiaba diseño y era una de las mejores amigas de Angie. Nos caíamos bastante bien, y yo por lo menos sentí bastante alivio de ver otra cara conocida. Silvi se unió a nuestro pequeño grupo y a mí se me daba bastante bien hablar con ella, al punto que por momentos nos enfrascábamos en nuestra conversación sin prestar atención a nada más. En medio de eso, note que Angie se encontraba bastante dispersa de lo que sucedía a su alrededor y en pocos minutos supe la razón. Entre los presentes había un flaco, no recuerdo bien su nombre, pero ella, bueno a ella le gustaba el flaco.

Eso me cayó como una bomba pero trate de mantener la compostura. No me podía amargar por algo que era inevitable, aunque cuando cruzamos la mirada con Nico, pude leer en él la comprensión y hasta un dejo de lastima involuntaria. Yo estaba molesto, enfadado con el mundo y no podía hacer nada al respecto. Sentía que la pequeña cocina hasta el momento acogedora me asfixiaba, así que salí al patio, con el pretexto de fumar un cigarrillo, con Silvi que no se había dado cuenta por suerte de lo que me pasaba.

No sé cuánto tiempo estuvimos afuera. Caminamos en torno a la casa mientras charlábamos, y veíamos como algunos de los invitados se bamboleaban bajo los efectos del alcohol entre los arboles del amplio parque. Afuera estaba bastante frío, la noche era clara y la luna casi llena brillaba sobre nosotros, que cansados de caminar nos sentamos en el pasto cerca de la entrada. De alguna manera toda la situación me parecía surreal. Estaba ahí, afuera charlando con Silvi, hablando de la vida, la facultad, los problemas y nuestros proyectos particulares mientras adentro Angie podía  estar teniendo un golpe de suerte con el flaco que había aparecido para arruinarme la noche.

No sé cómo pasó pero de repente me encontré en medio de una conversación sobre las desgracias amorosas y que en definitiva el amor apesta. Silvi me contaba sus desventuras y yo no podía más que darle la razón, el amor apestaba. Y lo olvide. Olvide que Silvi era la mejor amiga de Angie, olvide que nadie debía saberlo, Silvi me inspiraba tanta confianza, que le confesé que aquella que me robaba el sueño era Angie. Ella prometió que no se lo diría, le conté un poco como venía la mano, y como  me había pegado bajo, el tema del flaco que le gustaba. No hablamos mucho más porque apareció Nico y Angie que de pronto habían notado nuestra ausencia y se preguntaban a donde nos habíamos metido. Volvimos adentro, mientras Angie hacia algunas bromas insinuando que entre Silvi y yo había pasado algo, lo cual a mi me divertía y me irritaba en partes iguales, pero al fin y al cabo, bien podría haber pasado.

Alrededor de las 5 de la mañana la casa se fue vaciando poco a poco. Silvi se fue con algunas amigas más y solo quedaba un puñado de personas en la sala/pista de baile. Angie bailaba al ritmo de la música y yo me esforzaba por seguirle el ritmo torpemente, aunque ella no  parecía notarlo. Llegados a ese punto ya casi no me acordaba de mi enojo temprano y simplemente disfrutaba de esos últimos momentos que la noche me brindaba. Angie quiso salir a tomar aire y la acompañé.

Nos sentamos bajo la amplia galería que daba al patio mientras compartíamos una botella de agua, que era lo único que había quedado para beber. No había nadie. Estabamos solos mirando la noche, que en unas horas se convertiría en un nuevo día.  Yo no sabía muy bien que decir así que volví sobre el tema de la obra y del éxito y de las próximas funciones, porque seguro las habría. Ella se mostro complacida, feliz por el pequeño pero importante triunfo en eso que le encantaba, pero al poco tiempo se empezó a lamentar de su deplorable vida sentimental.

–  Casi todas mis compañeras de elenco tienen pareja o al menos tienen éxito con los flacos… y a mí? A mí solo me buscan pendejos que no acabaron la secundaria… ¿qué es lo que está mal en mi?

Yo me perdí un poco en mis propios sentimientos. Me hubiera gustado decirle tantas cosas. Confesarme ahí mismo. Decirle lo que sentía por ella desde hacia tanto tiempo. Decirle que no había nada de malo en ella porque era perfecta. Con su risa contagiosa, su sentido del humor sarcástico, su adicción al Candy Crush, su mirada y sus silencios introspectivos cuando tenía un problema. Pero la cobardía fue más fuerte.

–  No hay nada de malo en vos. Seguro que ya te llega el momento. No te pongas mal son etapas. Capaz que ahora tenes que esperar porque después va a venir algo muy bueno para vos.

Ella continuaba frustrada, y mis palabras no le habían servido de consuelo. Continúo quejándose de lo injusto de la vida mientras yo libraba una batalla interna conmigo mismo entre mantenerme en el papel del amigo y ahora confidente, y decirle todo lo que tenía atragantado en la garganta. Las palabras pugnaban por salir y yo luchaba por mantenerlas dentro de mí.

–  Te entiendo – le dije- pero quizás es que aun no te das cuenta. Fijate, por ahí tenes que mirar un poco más a tu alrededor. Capaz que a tu alrededor esta eso que tanto buscas y no logras encontrar.

Ella no noto lo que estaba escondido detrás de mis palabras, pero no importo. Volvimos adentro, y al rato nos fuimos. Ya estaba amaneciendo cuando tomamos el colectivo. Ella se bajo antes que yo y me agradeció por haberme quedado.

Yo solo podía pensar en que había perdido mi oportunidad y eso era imperdonable.  Porque si había estado buscando el momento adecuado, ese momento, ahí en la galería lo era y yo lo había dejado pasar.

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